lunes, 11 de junio de 2007

Mudanza


El día 26 termino los exámenes... y calculo que el 28 vendrá mi padre con el coche para ayudarme a hacer la "mudanza". Digo mudanza porque aunque me vaya a mi casa, realmente mi casa siento que es este piso en el que llevo tanto tiempo, en el que he estudiado más de media carrera (con todo lo que conlleva), han venido mis amigos, mis novios, me han pasado tantas cosas de todos tipo... la unifamiliar a la que mi familia (redundante, lo sé) se mudaron el año antes de venirme aquí a estudiar es para mí la casa de vacaciones. Antes no tenía ningún problema conceptual: aquélla era la casa de mis padres, y ésta desde la que escribo, mi casa. Pero al irme el curso que viene durante un semestre, he tenido que abandonar, y otra chica viene en mi lugar, así que en poco más de 2 semanas este piso dejará de ser mi hogar, mi sede social, mi centro de operaciones.


Al verlo tan inminente me he dado cuenta del desarraigo que voy a sufrir con la mudanza: no voy a tener ningún lugar al que sienta apego, en el que me sienta "en casa"... creo que eso genera inestabilidad. Por mucho que allí estén mis padres: ese cuarto no es mi cuarto, no está vivido por mí, ni puesto a mi gusto, no me siento identificada con él. No sé dónde guardan los cuchillos, las sevilletas, los manteles... esas cosas nimias pero que hacen que domines el lugar. Todo en la vida es cuestión de tiempo, se dice, pero no me hago a la idea de que cuando el verano termine no me vengo a mi piso, con su parquet destrozado, los somieres destartalados, las puertas que no cierran bien, o con la mitad de las bombillas inoperativas por pereza de no cambiarlas. Es decir, nuestro cutre-piso, pero también es luminoso, enoooorme, estupendamente ubicado... y sobre todo, en el que vivo yo.


Se me va a hacer extremadamente raro no poder mirar más por mi ventana, que da al patio de manzana, y ver a nuestros vecinos de enfrente, otro piso de estudiantes a los que conocimos saludándonos de fachada a fachada. No silbar más cuando queremos hacer un descanso y charlar, no escuchar más la guitarra de uno de ellos cuando llega el buen tiempo y se abren los balcones, o a otro de ellos en el balcón aunque sea pleno mes de enero (con una manta por encima, si hace falta) para coger mejor el wifi de su vecino de encima.


O no volver a despertarme con los gorriones del patio, comentar el telediario con mis compañeras, verles desayunando la cara de sueño por no haber pegado ojo en exámenes, la amiga invisible que nos hacemos siempre en Navidad... es verdad que se pasan constantemente fases, que hay que avanzar... pero siento que esta mudanza es el principio del fin de una etapa estupenda e irrepetible.


(Tengo el examen de Laboral a las 15:30... ¿quién será la mente privilegiada que ha decidido que es una hora adecuada para examinarse? Desde aquí le envío saludos cordiales)

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