domingo, 29 de noviembre de 2009

Tormentas y claros


Fuera las gotas cada vez golpean con más fuerza. Éste está siendo un fin de semana agridulce. Lo agrio, muy agrio... lo dulce, muy dulce. He revivido momentos horribles de tensión en el asiento de copiloto de un coche, pero con otro final. Prefiero no pensar en lo que ha pasado, prefiero no centrar mi mirada atrás sino adelante, sólo hacia delante, y dejar a un lado la preocupación. Preocuparse es la actividad más inútil del ser humano, puesto que se malgasta una energía preciosa, ya que con ella jamás se arregla nada y simplemente sirve para sufrir. Aún así, hay situaciones verdaderamente desagradables que son difíciles de olvidar. Finalmente parece que de nuevo salió el sol, que se renovó la promesa y que el pasado no nos venció, aunque yo cada vez sea más escéptica.


Casi me abandoné al desaliento, casi quedé de nuevo recostada sobre el mármol frío.


La lluvia hace pensar, no sé por qué. Me sumerge en la melancolía y me hace sentir más sola. Cuando era más pequeña me encantaban los días otoñales, en los que mirar por la ventana y ver las gotas me recordaba que yo estaba calentita en casa. Ahora me provoca desazón e inquietud. Nunca me siento satisfecha conmigo misma cuando llueve, le doy demasiadas vueltas a todo, me borra la ilusión y las ganas de casi cualquier cosa. Me vuelve perezosa, me aburre. No sé en qué momento se produjo el cambio ni qué motivo tendrá, pero el caso es que me siento on the edge of my feelings (cursifrase muy gráfica que escuché y que ahora sé cómo aplicar).


De nuevo comienza una semana para mí, de nuevo un domingo en el que los retos aún están vírgenes y los folios crujientes y sin subrayar. La losa de los temas va pesando más, pero hay que tomar la carga con alegría, y recordar cada día por qué se hace esto, permanecer convencida de que es la mejor decisión... sólo así algún día me dará igual mirar adelante o hacia atrás.


jueves, 26 de noviembre de 2009

Studying in the rain


Dia bajón, no sé si será la lluvia, que siempre me pone triste, o qué, pero hoy me siento más en paro y menos estudiante que nunca. Y además, cabreada con todo lo que me rodea. Supongo que sólo yo y nadie más que yo puedo levantarme el ánimo, pero es un día de esos en que me faltan los motivos.

martes, 24 de noviembre de 2009

Igual vuelvo a la compañía

Creo que no está siendo todo lo buena que creía la idea de quedarme en casa a estudiar. Tendré que buscarme una compañía alternativa o empeñarme en ir sola a la biblioteca. La primera opción se perfila, pero sólo eso, se perfila, y además también como solución transitoria... así que no me da mucha esperanza. De nuevo parece que lo más sensato es ir por mi cuenta y que quien se quiera adaptar, que se adapte.
Ya mismo viene el puente... ¿y puente de qué? Si los opositores no tenemos puentes, ni acequias siquiera. Puente para poder hacer algo en compañía de quienes sí tienen fiesta, por lo que apretaré el horario y me buscaré dos días seguidos para no hacer nada. Quizá no sea lo más profesional opositorilmente hablando, pero la verdad es que nos hacen mucha falta. Con lo aburridas que son mis semanas, me pongo pequeñas ilusiones en el camino para que sea menos tediosa la rutina: "ya falta menos para el puente/el fin de semana/cenar con mi amiga x/" o "esta noche nos vemos porque me trae las leyes impresas". Esto último suena a friki entre lo friki, pero la verdad es que, con esa excusa, nos vemos un ratito entre semana, y el día que sé que eso pasa, estudio con muchas más ganas. Qué se le va a hacer, ésas son las pequeñas alegrías, y benditas sean! Porque, por insignificantes que sean, si no estuvieran, esto sería "inllevable".
Hoy me ha cundido cero. Rien. Ná de ná (para variar últimamente) Así que me toca quedarme un poco más esta noche, esta vez de verdad y no como ayer, que sólo hice el tonto.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Estudio en casa

Si es que tengo el blog muy abandonado... y ésto es como la forma física, que hay que mantenerla (y eso que yo jamás en mi vida he sabido qué es tener eso de "forma física", ni conseguirla ni mantenerla. Mal ejemplo he cogido). Cuando dejo de escribir varios días, más pereza me da actualizar. Pero me da pena que esté así de abandonaíto.
Pues nada, me digo a mí misma que el viernes volví al cine -hacía muchos años que no iba tanto al cine- y vi "The Box". Rara. Daban ganas de levantarse, darse la vuelta, mirar al resto de los espectadores y preguntar "¿¿Pero os estáis enterando de algo??". Al final me cuadraron muchas cosas y... bueno, más o menos la entendí. Es una película diferente y que mantuvo mi atención al máximo durante todo el tiempo, que, durando dos horas y media, no es poca cosa. Pero me quedaron muchísimos flecos sin comprender que por más vueltas que les doy, no hay forma de que se me aclaren. Y, digo yo, que si consigo entender las demostraciones matemáticas de la Econometría, estoy preparada para entender una peli hollywoodera... así que, si no la entiendo, es que no me la han sabido explicar.
Es una película tremendamente pesimista, aunque la reflexión que provoca y el mensaje que da, creo que son necesarios, y que es bueno que de vez en cuando, se haga referencia a ello. No manda deberes para casa, no hay moralejas alternativas. El mensaje es claro. Mezcla lo moral con lo religioso y con lo paranormal. Quizá demasiadas cosas juntas. Pero me ha gustado la comparación terrenal con el mito de Eva. He leído un artículo este fin de semana, curiosamente, que parecía que estaba completamente relacionado con parte del tema de la película. Parece como si el autor lo hubiera escrito después de verla, y habla sobre que, cuando el abismo de la decisión moral se hace tan fino que es muy fácilmente salvable (por ejemplo, matar a una persona pulsando un botón, y que no tenga ninguna repercusión en mi vida), los criterios éticos se convierte en débiles, débiles. Sé que no está bien explicado, pero no quiero destripar la película ni plagiar al autor del artículo.
Por otro lado, hoy inauguro semana estudiando en casa todo el día. Mi compañera de biblioteca se ha buscado un trabajo a media jornada por las mañanas, y la verdad es que me falta motivación para salir de casa y estudiar sola de todos modos. Voy a ver qué tal en casa, si consigo concentrarme tanto y si consigo aprovechar el hecho de que, al quedarme, puedo echar más horas de estudio, al no depender ni de los horarios de apertura y cierre ni de tener que parar antes para coger el autobús y llegar a casa a la hora de la comida. A las ventajas de estudiar en casa por las mañanas puedo añadir las frikadas de que, además, así puedo mirar el BOJA y el BOE a primera hora, y la página del iaap... pero pa qué nos vamos a engañar, la verdad es que no lo he hecho ni un sólo día, ni a primera hora ni a última: ni nada que se le parezca, ni ganas. Por mucho que me digan en la academia que es compleeetamenteimprescindible, pero es que me da una pereza que me muero, y ya bastante información tengo con el temario y la legislación correspondiente, como para encima añadirle más cosas. Por ahora no doy a basto.
Me gustaría dedicar una entrada a explayarme sobre lo que opino sobre lo de SITEL, pero es que eso llevaría mucho tiempo, y no estoy como para esas cosas, pero la verdad es que querría aprovechar que tengo el blog para exponer algunas ideas sobre lo que va pasando, o simplemente algunas reflexiones sobre diferentes asuntos.
A ver si esta semana llego con un poco más de desahogo al viernes, que estoy harta de terminar con la sensación de haberles echado a los temas una lectura rápida y ya. Aunque para eso hay que aprovechar mucho el tiempo, y ya lo estoy perdiendo de más...

lunes, 2 de noviembre de 2009

Lo que pienso cuando me subo al tren

26.10.2009 7:05 a.m.
Vuevo a sentir el gusanillo de ir a Madrid. Estoy ya sentada y acomodada en mi plaza del Ave, esta maravilla que hace que en dos horas y media pase de estar a unos metros de la playa a estar a unos metros de la Cibeles.
Me daba pereza, lo confieso: y eso que voy para una visita relámpago, a las 14:35 estaré cogiendo el de vuelta, pero es una pereza parecida a la que se siente al quedar con una amiga a la que hace mucho tiempo que no ves. Os lleváis muy bien, os veíais con frecuencia, teníais mucha confianza... pero por dejadez o por las circunstancias, habéis perdido el hábito. Sabes que le tienes que llamar. Coges el móvil: "¿llamada o mensaje? ¿Cuándo le propongo quedar? Pf, ¿y de qué hablaremos?... No sé, lo dejo para otra ocasión... no, no, si no tengo excusa... venga, que si lo dejo más es peor... Un e-mail. Ya está, ya me ha contestado. Mañana nos vemos". Y ese día, en cuanto le ves aparecer, piensas "cagüen... ¿por qué no la he llamado antes? Si esta tía es genial!". Te das cuenta de que todo sigue igual y te sientes mucho mejor. Pues lo mismo he sentido esta mañana en el mismo vestíbulo de la estación. ¡Qu´gusanillo en el estómago! Pese a ser las 7 de la mañana y haber dormido poco más de 4 horas, el sueño se ha esfumado (bueno, por eso y por el tazón de café con leche que me ha preparado mi padre esta mañana). Ese sentimiento se ha acrecentado más y más al pasar el bolso por el control, al caminar por la vía con el fresquito mañanero buscando mi vagón (ey, son las 7:17 y esto no arranca... ¿¿qué tripa se le ha roto al tren??) y al entrar para buscar mi sitio: "Tengo que hacer esto más, no puedo estar tanto tiempo sin venir", pienso una y otra vez. No me ha sorprendido sentirme así, pero me he dado cuenta de que me sigue ocurriendo, que esta atracción permanece. Y me encanta que eso ocurra.
¡¡Arrancamos!! ¡Vamos para allá!