martes, 14 de junio de 2011

Hoy tengo que confesar...



Que me he hecho adictivamente consumista. Yo nunca he servido para vivir en una comuna hippy, ni en una aldea del amazonas, pero últimamente ya voy por unos oscuros y peligrosos derroteros de manirrota que me dan algo de susto.


Mi adicción se centra fundamentalmente en ropa y maquillaje, aunque tampoco pienso demasiado lo que compro en el resto de cosas. Lo que ocurre es que con los potingues y la ropa ya he superado el límite de ser un poco freak. Lo peor de todo es que no me duele, ni me siento culpable, sino inmensamente feliz cuando me compro algo nuevo, y no logro entender cómo puede hacer tan feliz una sombra de ojos.


Porque lo que más felicidad me da no es el usar las cosas, sino el hecho de tenerlas, y el escogerlas. Nunca ir de compras había sido para mí un ritual tan importante como lo es ahora. Supongo que con el poco tiempo libre que tengo y el poco tiempo que me dedico, el sentir que hago un gasto en cosas superficiales simplemente porque me apetece me hace sentir que me cuido o que me presto la atención que merezco. Sin embargo, reconozco que hay más, hay mucho más, y desde luego, cosas más baratas que necesito y que no se consiguen con la tarjeta. Suena a discurso repetido, pero es totalmente verdad. Sin embargo con estas cosas me pasa como con la telebasura. Cuando llego de trabajar 14, 15 horas (no es una exageración), lo que me apetece es ver chorradas, y que me hagan pensar lo menos posible. Y cuando estoy de viaje varios días sola, sin nadie que me hable a no ser que sea de trabajo, necesito ser un poco "niña" y dedicar tiempo a hacer cosas superficiales -y bastante frívolas, la verdad-.


Pero qué me gusta a mí un Corte Inglés, un Sephora... y no digamos un Duty Free de un aeropuerto! Eso es el paraíso!! No sé si preocuparme o ser feliz mientras no tenga hipoteca que pagar.


* Foto cogida al azar en google, publicada en http://martamakeupstyle.blogspot

domingo, 12 de junio de 2011

La vecina cascarrabias



Estoy en un hotel en Bilbao, mañana tengo que conseguir cita con dos jueces y que me hagan caso (ambas cosas me parecen improbables). Lo peor es que no tengo billete de vuelta porque... no me dejan volver hasta que no se solucione el problema! Argghhh, como dirían los de la revista esa.


Voy a lo importante: he tenido la graaan suerte de tener un viaje de estudios en mi mismo pasillo, completito, para mí sola. Todo chicas. Llevan desde las 8 de la tarde que llegué completamente desaforadas. En la puñetera puerta de mi habitación todo el tiempo. ¿Es que no salen del hotel? ¿No van a cenar? ¿No salen de fiesta? ¿No se duchan? ¿No dejan de aporrear las puertas de sus amigas? ¿No dejan de correr por el pasillo, ni de gritar, ni de dar por c...? ¿Yo era tan inaguantable con quince años? Me entran unas ganas alucinantes de salir al pasillo y montarles un pollo pero en ese momento... ¡Dios! ¡Me he convertido en una vieja cascarrabias! No,no, completamente inviable. No puedo caer tan bajo.

¿Y si llamo a recepción y les paso la patata caliente?