domingo, 12 de octubre de 2008

Enmarronarse y hacer las cosas bien


He cumplido mi primer día como enmarronada de los que se seguirán durante el resto de mi vida. Éste término podría definir "Trabajar mucho, o más que otros, especialmente en trabajos duros y con escasa compensación". Comentando el hecho de mi enmarronamiento -que a continuación explico- con un amigo que trabaja en otro despacho, hemos descubierto los dos que el referido término es de uso común en el argot letrado, especialmente entre los abogados junior. Resulta que me ha tocado pringar el día de la fiesta nacional y quedarme levantando el despacho yo solita. Alaaaa qué exagerada! En realidad no me he quedado yo sola, había varias personas más, tampoco era tan importante lo que yo hacía como para llamarlo "levantar el despacho". Pero suena bien! El caso es que he echado varias horitas allí por la mañana y otras tantas por la tarde, aunque para ser sincera, suena peor de lo que ha sido, aún no estoy quemada y me hace ilusión que me encarguen cosas. Todavía el trabajo tiene tintes de hobby, y cualquier encargo que conlleve una tarea mínimamente interesante, le pongo todo el interés porque tengo todo por demostrar.

De vuelta a casa, es un día raro, que es domingo pero parece sábado, aunque yo lo siento como viernes. Los planes brillan por su ausencia, aunque no me tortura precisamente la idea de quedarme en casa con el pijama y un poco de sofá, que casi no lo pruebo ¿Será que me hago mayor? Ya mañana será otro día, como dicen, y puede que baje a la playa a pasear, que creo que mejora el tiempo, y me saco la contaminación y el polvo de los pulmones.

Polvo que me he quitado con dos reencuentros de los importantes esta semana, muy diferentes entre sí, muy esperados los dos. También hubo reencuentros en el curso de formación, un compañero de carrera, de una promoción más, con el que compartí momentos importantes de mi vida de estudiante, y que me trajo muy buenos recuerdos. Me gustó darme cuenta de que la alegría por vernos era mutua, y conversamos quizá con más sinceridad que nunca. Me dijo una frase que he hecho propia, adecuada para aplicar a muchas circunstancias: "En esos momentos te das cuenta de que estás haciendo las cosas bien". Cuando te reencuentras con alguien que te inspira simpatía, y recibes una sonrisa y abrazo sinceros de esa persona, cuando te ves rodeado de personas a las que admiras, cuando vuelves a ver a alguien querido y sientes que la emoción que te llena le llena a él también, y las lágrimas que afloran en tus ojos son las mismas que asoman por los suyos. En ese momento crees que algo has hecho bien.

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