lunes, 2 de noviembre de 2009

Lo que pienso cuando me subo al tren

26.10.2009 7:05 a.m.
Vuevo a sentir el gusanillo de ir a Madrid. Estoy ya sentada y acomodada en mi plaza del Ave, esta maravilla que hace que en dos horas y media pase de estar a unos metros de la playa a estar a unos metros de la Cibeles.
Me daba pereza, lo confieso: y eso que voy para una visita relámpago, a las 14:35 estaré cogiendo el de vuelta, pero es una pereza parecida a la que se siente al quedar con una amiga a la que hace mucho tiempo que no ves. Os lleváis muy bien, os veíais con frecuencia, teníais mucha confianza... pero por dejadez o por las circunstancias, habéis perdido el hábito. Sabes que le tienes que llamar. Coges el móvil: "¿llamada o mensaje? ¿Cuándo le propongo quedar? Pf, ¿y de qué hablaremos?... No sé, lo dejo para otra ocasión... no, no, si no tengo excusa... venga, que si lo dejo más es peor... Un e-mail. Ya está, ya me ha contestado. Mañana nos vemos". Y ese día, en cuanto le ves aparecer, piensas "cagüen... ¿por qué no la he llamado antes? Si esta tía es genial!". Te das cuenta de que todo sigue igual y te sientes mucho mejor. Pues lo mismo he sentido esta mañana en el mismo vestíbulo de la estación. ¡Qu´gusanillo en el estómago! Pese a ser las 7 de la mañana y haber dormido poco más de 4 horas, el sueño se ha esfumado (bueno, por eso y por el tazón de café con leche que me ha preparado mi padre esta mañana). Ese sentimiento se ha acrecentado más y más al pasar el bolso por el control, al caminar por la vía con el fresquito mañanero buscando mi vagón (ey, son las 7:17 y esto no arranca... ¿¿qué tripa se le ha roto al tren??) y al entrar para buscar mi sitio: "Tengo que hacer esto más, no puedo estar tanto tiempo sin venir", pienso una y otra vez. No me ha sorprendido sentirme así, pero me he dado cuenta de que me sigue ocurriendo, que esta atracción permanece. Y me encanta que eso ocurra.
¡¡Arrancamos!! ¡Vamos para allá!

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