sábado, 27 de diciembre de 2008

Un poquito de metalectura

Ya me he terminado El juego del ángel. Ahora lo colocaré en la estantería probablemente a esperar que alguien más de mi casa lo lea porque, por suerte, "reciclamos" los libros, porque a todos nos gusta leer y así el mismo libro tiene un ciclo de vida más largo y no se pone a acumular polvo tras haber sido leído una sola vez.

De cualquier modo, he recuperado algunos pequeños fragmentos que me apetece reproducir aquí porque me han llamado la atención, porque me han movido algo por dentro, porque me han dejado pensando, porque me ha afectado especialmente el leerlas:

- [...] Sé que se siente solo, y créame cuando le digo que ése es un sentimiento que también conozco profundamente. Sé que alberga en su corazón grandes esperanzas, pero que ninguna de ellas se ha cumplido, y sé que eso, sin que usted se dé cuenta, le está matando un poco cada día que pasa.


- ¿Sabe lo mejor de los corazones rotos? - Preguntó la bibliotecaria.
Negué.
- Que sólo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños.


Levantó la mano como si quisiera saludar, pero no llegó a desplegar los dedos. No tuve el valor de sostenerle la mirada y me di la vuelta, alejándome calle abajo. Me temblaban las manos y las metí en los bolsillos para que no me viese. Antes de doblar la esquina me volví una vez más y comprobé que seguía allí, mirándome. Para cuando quise odiarle, me faltaron fuerzas.


- Le interesa lo mismo que a usted. [...] Le interesa espantar la soledad y no perder el tiempo en comprender que en este perro mundo nada vale un céntimo si no tenemos a alguien con quien compartirlo.


- No quiero que te vayas a ninguna parte. No quiero que vuelvas a irte nunca más, ¿Me oyes?
- No soy buena compañía, David.
- Ya somos dos.
- ¿Lo decías de verdad? ¿Lo de irnos lejos?
Asentí.
- Mi padre solía decir que la vida no da segundas oportunidades.
- Sólo se las da a aquellos a los que nunca les dio una primera.


- No la deje escapar- dijo Isabella-. Búsquela, dondequiera que esté, y dígale que la quiere, aunque sea mentira. A las chicas nos gusta oír eso.

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