sábado, 6 de diciembre de 2008

Remedios


Los hay que van a la virgen de los Remedios a pedir cura. Le piden por aquél que al que quieren, y con sus plegarias suben a la ermita, con sus plegarias y su carga, con toda su alma y su fe. La carga es su pena, su angustia, su dolor. Suben por una pierna que duele al caminar, por un pulmón que no respira.

Y así, cargaditos de peticiones, toman la cuesta arriba aun cuando por su pena hay días en los que es duro levantarse de la cama. Fieles, cobardes o valientes, se arrodillan ante la pequeña imagen que de repente se torna grande y poderosa, y confían en ella lo mejor que tienen.

Virgen de los Remedios, yo también te pido. Pero no te pido por un brazo o una pierna, sino por dos corazones que duelen. Dos corazones dañados, uno por no sentirse amado y otro por no saber cómo amar. Virgencita, haces surgir hasta mi fe, y con toda mi alma te ruego que cuides su corazón, que le acaricies esa herida que le ha dejado marca y se la hagas desaparecer. Pequeña figura, tanta fe mueves que seguro algo puedes hacer. Ojala de tu voluntad surja el cuidarle como yo no sé.

No te ofrezco nada porque nada tengo que a Ti te sirva. Solo te presento mi plegaria, y no te entrego mi corazón pues lo tiene él. Cuídale mucho, Madre, cuídale.

1 comentario:

Vic dijo...

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