Volví a bajar las escaleras para dar la luz de abajo y conseguir iluminar toda la pared. Pasé a unos centímetros de ella, no sin mucho asco y sin querer mirarla (sé que es mentira, pero de pequeña me contaron que escupen y que si te da en un ojo, te quedas ciego. Es como lo de que si bizqueas los ojos, te quedas así. Nunca te lo acabas de creer pero lo haces con cuidado, por si acaso). Total, que cuando volví a subir, oh sorpresa, se había escabullido por completo entre las plantas. Me quedé sin foto. Aquí dejo una que hice otro día de una parecida, solo que palabrita que la que vi ayer era más grande.
Empiezo a pensar que está pasando con las salamanquesas de la pared como con los mosquitos tigre: nos invaden especies raras de otros países o de otros climas, porque yo jamás había visto nada igual. Y una es urbanita, pero ha pasado muchos veranos en el campo.
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