martes, 22 de abril de 2008

Buceando...


No es bueno cuestionarse a menudo lo esencial de las cosas.

Es mejor vivir en la capa superficial de la vida y cuando nos entre frío, bajar a las profundidades de la reflexión y la seriedad. De lo contrario, de permanecer de modo habitual en lo profundo, se corre peligro de ahogo. Abajo, en “lo hondo”, como dicen los niños pequeños en la playa o en la piscina, allí abajo falta el oxígeno. Abajo no hay asideros, no se hace pie. Sólo te mantienes por ti mismo, y si pretendes permanecer durante mucho tiempo, es mejor que vayas con una buena bombona de oxígeno que te dé horas, días, meses de estabilidad. Este oxígeno podría ser la seguridad en ti mismo, un ambiente estable, o compañeros que se adentren contigo y te garanticen ayuda en caso de que te pierdas en una zona algo oscura. Cuanto más se baja, menos luz hay, menos vida, menos movimiento.

Y más difícil resulta salir.

Litros y litros y litros de agua presionándote los pulmones, las arterias, los brazos y las piernas. Se hace difícil nadar. Hasta los peces, adaptados al medio, encuentran complicado respirar, cada vez hay menos, progresivamente menos movimiento. Incluso llega un momento en el que no hay absolutamente nada. Simplemente el vacío total.

La frivolidad tiene una justificada mala fama, sin embargo, no tengo claro que ser místico, meditativo o reflexivo a tiempo completo sea algo de lo que hacer gala. No me gusta permanecer en lo profundo, ni quienes permanecen, ni quienes alardean de ello. Son poses de pseudointeligenteoriginal que no consisten más que en fotocopias de tantos otros místicos, meditativos, reflexivos.

Y qué contradicción más grande, puesto que con esta entrada no hago sino detenerme a reflexionar. Pero es que ¿quién ha dicho que yo me guste?

No hay comentarios: