lunes, 14 de septiembre de 2009

Mirando atrás

Ahora que se ve que el verano se marcha, que las temperaturas bajan y caen las primeras gotas, ahora que el otoño se aproxima, suele ser época de mirar atrás y de plantearse objetivos nuevos para lo que está por delante. Es verdaderamente el comienzo de año.

Echo de menos mis años en Madrid.

Esta mañana he estado casi media hora contemplando las orlas, las caras de mis compañeros y no dejaban de venirme a la cabeza momentos de cada uno de ellos: conversaciones, alguna pregunta absurda en clase, trabajos en grupo, votaciones, cenas, fines de semana, gritos de alegría delante del tablón de las notas (también revisiones de exámenes), alguna que otra vestimenta desafortunada... muchos segundos que aún mantengo como fotografías en el recuerdo.

Por ahora, los que he compartido con ellos han sido los mejores años de mi vida, y me da mucha nostalgia recordarlo. La palabra es nostalgia, y no pena, porque me siento muy orgullosa y muy contenta de haber tenido esa experiencia, de haber vivido tantas cosas y haber aprendido tanto de mi.

Es curioso, porque ya inserta en el mundo laboral, me siento más pequeña que en aquellos años. El organizar mi vida, y el saber que todo dependía de mí me hacía sentir valiosa y me ilusionaba más con todos los pasos que daba. Me sentía más lista, más madura y más valiente.

Más independiente y más fuerte, superaba lo malo yo sola, porque no había más remedio... y me di cuenta de que prefiero hacerlo así. Vivía lo bueno a mi ritmo, saboreándolo según me apeteciera, y me creaba mis propias costumbres y mis rutinas independientemente de lo aprendido en mi casa. Me sentía más completa.

Sin embargo, aunque ahora no pueda poner todo ello en práctica, esas vivencias han dejado un poso, me han permitido descubrir aspectos de mí que de otro modo no conocería, y ahora que sé que existen, sólo tengo que esperar al momento en que puedan aflorar de nuevo.

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