lunes, 2 de marzo de 2009

Yo me bajo en Atocha

(Escrito el día 28 de febrero de 2009)

Este fin de semana, como dice la canción de Sabina, yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid.

Siento frío en el tren, y voy arrebujada en mi asiento, con piernas y brazos cruzados, mientras voy dejando atrás kilómetros de meseta castellano-manchega, verde y tranquila, que se extiende bajo un cielo grisáceo, pacífico y de nubes espesas. Los niños del vagón están desperezándose y se empiezan a aburrir, a preguntar cuánto falta, y alguno hay que aún no habla y se pone a llorar. Por suerte cada vez me incomodan menos los niños pequeños, e incluso se me hacen entrañables y me generan cariño. He comenzado un libro, "Los Renglones Torcidos de Dios", del que me han hablado muy bien, y aunque no he terminado el de Stieg Larsson, la edición de bolsillo del que traigo hoy ha hecho que le escoja como compañero de viaje: es más fácil llevarlo en el bolso.

Me he encontrado con un antiguo compañero y amigo del instituto, un chaval muy vago pero muy listo y con simpatía natural, que ahora trabaja de personal de abordo en el Ave. No es la primera vez que le veo en una de mis escapadas a Madrid, y siempre me trata muy bien. Hoy me ha invitado al desayuno (me ha devuelto 2 billetes de 5 euros después de darle yo uno de 10) y al pasar por mi lado en el vagón y verme leyendo, me ha encendido la lamparita sin decir nada y me ha guiñado.

En Atocha me espera Irene. Una Irene que no sé cómo estará, quizá sin asimilar la nueva situación, quizá perdida, seguramente trabajándose un optimismo forzado e intentando sacar a duras penas la energía que sabe que tiene. Puede que me sorprenda, de hecho, casi siempre lo hace, en todos los sentidos (para lo bueno y lo menos bueno). Me dijo hace dos días que me echaba de menos. Lo que ella no sabe es que yo la echo de menos a ella desde hace un año y medio, y puede que algo más de 24 horas no nos curen, pero algo harán.

Me gastaría todo el dinero posible en estas cosas: en ir al cine, al teatro, a espectáculos y conciertos, en viajar y en estar con los amigos. Y es precisamente lo que estoy haciendo. En hacer regalos: en esta semana he querido tener detalles con Ana, con mi hermano, con Laura, con Patricia... en lugar de comprarme un reloj (que no tengo) o un bolso de marca, que para mí nunca está de más. Con la mente puesta en el próximo viaje (Segovia) y el próximo regalo (algo de Tous por el cumpleaños de mi madre), encamino el último tramo que falta hasta llegar a las puertas de la capital, que paradójicamente, para mí es como ese pueblo al que acuden de cuando en cuando en vacaciones los que se fueron a la ciudad en busca de trabajo entre los 60 y los 80 . Porque aunque sé que quiero ser feliz al lado del mar, hoy, y durante las veces que haga falta, quiero seguir cantando eso de "Yo me bajo en Atocha... yo me quedo en Madrid".

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