viernes, 14 de noviembre de 2008

Con los pies fríos

Sentada en la cama, con las piernas cruzadas, a medio vestir y sin la voluntad suficiente como para terminar nada empezado, ni siquiera el sencillo gesto de ponerse el pijama. Se terminaba el día, la semana laborable, y quién sabe si algo más. Si, entre los segundos que se arañaban al día, que llegaban perezosos durante un viernes por la tarde, había algo que se despedía para siempre. La pesadumbre junto a la resignación cristiana, y una falsa calma que hervía en su interior daban como resultado la incóngita más absoluta. Puede que la ecuación más difícil que tuvo que resolver en sus aún no muchos años de vida.

Oyendo canciones no demasiado alegres, ni demasiado tristes, para que nada alterase su estado de ánimo, preguntándose por el camino que había seguido, siempre con paso firme, y que ahora parecía haber tornado a vericueto tenebroso, lleno de maleza. Pero el sendero marcha atrás era imposible, el polvo borró sus pasos y no sabía cómo dar marcha atrás. Perdida como estaba, sólo quedaba continuar caminando, esperando que la luz volviera a aparecer.

Sin planes o proyectos, sin esperar nada más. Con miedo a la frustración, la mejor elección pues, era no esperar nada. De nadie, de nada. En la búsqueda de la felicidad se tropezó, se perdió, estuvo segura de haberla encontrado, más tarde de no poder encontrarla nunca. A aquellas alturas, ella ni siquiera sabía si esa felicidad estaría o no al final del camino. Sólo que tenía que seguir caminando con la cabeza alta, dando siempre pasos al frente. Pero la frente se comenzaba a marchitar, y los hombros flojeaban en su tarea de sostenerla, como en esa posición en la que estaba, a medio vestir, pasando algo de frío, y sin voluntad de abrigarse.

Pero, como decía la canción, con los pies fríos no se piensa bien, y para saber todo lo que quería saber, primero era necesario responder ¿Quién era ella?

Dicen que nunca lo supo.

2 comentarios:

Mi mundo de opositora dijo...

Precioso texto, yo no debo de pensar nada bien porque mis pies están en permanente estado de congelación.

un beso

Vic dijo...

Gracias...! A veces hay que abrigarse aunque dé pereza levantarse a por unos calcetines, pero nadie nos los va a traer si no... o, al menos, no hay que dar por hecho que eso va a suceder. Ánimo con el estudio! Un abrazo.