martes, 3 de julio de 2007

Poniendo el huevo




Parecía que no, pero llegó. Llegó el final de los exámenes, mal que bien, la mudanza y las vacaciones. Ya visité la playa, aunque el sol parece como si se hubiera enfadado conmigo por todo el tiempo que llevo sin visitarle y no se me pega ni a tiros. El buen tiempo, el relax, el verme la serie de después de comer con mi madre (cómo la echaba de menos) y todas esas cosas en las que pensaba cuando los cafés me los bebía de tres en tres.




En cambio, siento un poco de desazón. Extrañamente, no me encuentro contenta del todo. Tampoco triste ni enfadada. Me siento rara y algo vacía. No acabo de encontrar mi lugar, y cuando vuelvo a casa no me siento en casa, y al mismo tiempo tampoco tengo "base de operaciones" allá, donde estoy el resto del año. Noto mi tiempo vacío, que trato de rellenar con actividades y sin embargo ninguna de ellas me llena. Quizá sea la neura de fase post-estrés, que hace que no sepa estar sin tener cada uno de los minutos del día ocupado, y la cabeza a reventar de actividad... o quizá, y es lo que más miedo me da, lo que ocurra sea que mi vida en realidad está vacía, que la ocupe demasiado la carrera, tanto que sin ella no tenga nada. No me apetece quedar con las (pocas) amigas que me quedan aquí, aunque ya lo he hecho, pero echo de menos a "mis niños" de allí, a los bares de allí, mi casa de allí, el ritmo de vida de allí... aunque esto es igual de bueno o mejor, pero es que me siento fuera de lugar.




Mañana vuelvo, iré a ponerme los implantes que necesito, y me da mucho miedo. No es miedo al dolor (bueno, un poco, pero es lo de menos), sino a oír. A oír cómo suena el taladro en mi encía, a ver sangre, a la hinchazón de después... ay, madrecitaaaa...cómo será eso.

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