jueves, 3 de junio de 2010

Carta de ajuste.

Cada vez me da más vergüenza escribir en el blog. Cada vez me siento más ridícula hablando de mí y menos interesante hablando de lo que pienso. No creo que sea bueno estar tan expuesta al exterior... y estoy pensando que no está bien la tendencia a tener cada vez menos parcela de privacidad. Los hay que realmente es necesaria su exposición, o que incluso ésta sea consustancial a aquéllo a lo que se dedican. No es mi caso, ni el de tanta gente que busca la notoriedad de diversas formas. Cada vez me siento menos ética escribiendo cosas personales aquí.
Escribir aquí me ha dado muchas satisfacciones, fundamentalmente por la gente que he conocido, aunque sea de forma virtual. Me ha servido de desahogo y terapia en algunas épocas porque, gracias al cielo, mi vida no ha sido lineal en estos años; no me ha dado ningún disgusto, como podría haber sido algún comentario desagradable, o que alguien que yo no quisiera descubriese mi diario en la red; he escrito algunos posts de los que me siento orgullosa, porque creo que me quedaron bastante bien, literariamente hablando, y otros porque siento que reflejan como una foto lo que quiero decir; también hay entradas cutres y malas, pero este blog no es ninguna columna periodística, así que nunca he pretendido evitar escribir simplezas. Puedo decir, por tanto, que el balance es muy positivo. Pero siento que ya no me aporta nada. Además, fundamentalmente me ocurre lo que explico en el primer párrafo.
Últimamente han perdido el sentido muchas cosas para mí. Seguramente esté en una etapa de transición, mentalmente hablando. Me siento como fuera de mí, como si yo no fuera yo. No me reconozco como soy ahora, o quizá no me reconozco en cómo he sido antes. No me consigo explicar, pero me siento rara.
Quizá es que ha llegado el momento de cerrar el blog.