lunes, 18 de mayo de 2009

Archivando serotonina


"La fluoxetina (conocida por el nombre comercial Prozac) es un fármaco Inhibidor Selectivo de la Recaptación de Serotonina (ISRS), con propiedades antidepresivas. Está indicado para tratar la depresión moderada a severa, el transtorno obsesivo-complusivo (TOC), la bulimia nerviosa, los transtornos de pánico y el trastorno disfórico premenstrual.

La fluoxetina también se usa ocasionalmente para tratar el alcoholismo, el transtorno por déficit de atención, ciertos trastornos del sueño (en particular, los síntomas de cataplejía asociados a la narcolepsia), migrañas, trastorno por estrés postraumático, síndrome de Tourette, obesidad, algunos problemas sexuales y fobias específicas".

Después de ir al locólogo, me he pasado la tarde haciendo una lista en la que tenía que ir, carpeta por carpeta, mirando si había informe, y si lo había, apuntar en un excel el nombre de los administradores concursales. Además, había que mirar si había créditos contingentes cuya contingencia se hubiera producido ya y que por tanto fueran ya créditos ordinarios, y eso anotarlo en un word. A todo ello, he de decir que faltando media hora para las 9, el ordenador ha tenido un error repentino y se ha reiniciado, perdiendo prácticamente todo. Siento que lo único que he hecho ha sido perder el tiempo. Y dando las gracias, oye.

Al menos a una compañera le han dado una alegría y, después casi de dos años trabajando aquí, va a hacer su primer juicio. Lo que no entiendo es que el juicio sea mañana y se lo hayan dicho a faltando un cuarto de hora para irnos. Sin embargo, hay otra compañera mosqueada porque siente que le han apartado de un asunto para dárselo a otra persona. Es cierto que ella había trabajado en ello desde el principio, y que cuando ha llegado el momento de la vista, le han dicho que ella no la va a hacer. Bueno, ni siquiera se lo han dicho, se ha enterado por el compañero que va a ir en su lugar. Pero el pobre no tiene la culpa, no hemos de cargar las tintas contra él, sino con quienes hacen de ésta una empresa podrida por dentro, en la que las sonrisas faltan y en la que tenemos que hacer esfuerzos para no perder la esperanza, aunque yo ya la haya perdido. Al menos no quiero contaminar a los pocos compañeros a quienes les queda alguna gana de prosperar.

Hoy hemos tenido una conversación interesante sobre las etiquetas. Todos solemos ponerles etiquetas a los demás, y una vez que las ponemos, difícilmente se las quitamos Tenemos que hacer porque los demás no nos etiqueten, eso no es más que una limitación, hemos de ser versátiles y abarcar toda la riqueza que podamos en nuestro carácter. El problema es que aquí ya nos han etiquetado, sin saber por qué.

domingo, 17 de mayo de 2009

Las entradas y las salidas


Hay que saber hacer buenas entradas y hay que saber salir. Es típico de los niños que, cuando empiezan un juego, nunca quieren parar, y los mayores a su alrededor se cansan de la canción o el pilla-pilla de turno. Tan importante es la primera página de un libro como la última o, en su versión más reducida, tanto hay que pensar la primera frase de un blog como lo que se dice para cerrar esa entrada. Dar globalidad, darle cuerpo a lo que se hace. Lo que pasa es que soy persona de dejar las cosas a medias, de empezar con muchas ganas y después terminar las cosas aprisa, porque me he cansado, o de simplemente dejarlo estar. Así, este verano empecé con una remodelación absoluta de mi cuarto que lo tuvo revuelto de arriba a abajo durante un mes, porque quería hacer un cambio drástico, renovar la decoración, cambiar las cosas de lugar, ponerlo a mi gusto y ordenarlo de modo que me resultase más cómodo según mis necesidades ahora, que son diferentes a las que tenía con diecisiete años, que fue cuando nos mudamos a esta casa. Después de un abandono absoluto durante las seis temporadas madrileñas, a la vuelta necesitaba renovarlo. Pero qué pasó... pues que después de tener todo por en medio, esperando la inspiración de esa redecoración de mi vida que quería plasmar en la república independiente de mi cuarto, hice algunos pequeños cambios que prácticamente son imperceptibles y que sólo sirvieron para darle sensación de caos a mi vida durante todo el verano: bolsas y bolsas por el suelo, libros amontonados por las esquinas las estanterías vacías y todo su contenido desparramado. Al final, después de tanta tarea, todo quedó prácticamente igual, y al final ya estaba tan cansada del desorden que me dediqué en un dia a colocar lo que quedaba en el mismo sitio de antes.

Este ejemplo de mi cuarto no es más que un caso de los muchos iguales que hay en mi vida. Sé empezar, pero no sé terminar, todo a medias, todo con sensación de provisionalidad. Pero a veces hay que hacer las cosas bien. Un bonito saludo merece una bonita despedida, y no mirar hacia otro lado. Ayer le dije a él un adiós indefinido, y fue todo tan bonito que me hizo pensar en que lo había hecho bien. Que no me tengo que reprochar nada. Quiero paz en mi cabeza y en mi corazón, y ayer sentí mucha paz. En ese banco de una plaza de un pueblo cualquiera, hablando distendidamente de todo y de nada. En ese restaurante pequeño, donde no éramos nadie, pero nosotros lo éramos todo para nosotros en ese momento. En esa copa que te tomas en un bar y en esas sonrisas. Porque había gente alrededor, pero yo sentía que no había nadie más. Fue una despedida con sabor dulce, una decisión tomada de acuerdo, y un broche provisional que, esta vez sí, hace justicia a lo que hemos sido. Por una vez lo hemos hecho bien.

Hoy todo me sabe a nueva etapa, y cuando veo sus fotografías se me inundan los ojos y me aprieta la garganta, pero no dejo que las lágrimas lleguen a mi cara. Dejo que las sensaciones transcurran, sin intentar reprimirlas, pero sin dar rienda suelta a la pena. Ahora mi inquietud reside en qué pasará, qué será de mi vida, qué será. Procuro no mirar atrás más de lo imprescindible, porque el pasado solo sirve para aprender, pero es agua que no mueve molino.

Cuando empezamos esta aventura creíamos que teníamos todo el tiempo del mundo, y ese tiempo terminó prematuramente. Pensábamos en el futuro como algo que nunca llega, como algo que se espera con ilusión pero que cuesta creer que vaya a suceder. Y efectivamente, ese futuro no llegó. Las opciones se redujeron y día tras día, vimos cómo la fecha de caducidad se adelantaba. No hubo aniversario, no hubo septiembre a su lado. Y ahora, cuando por mí misma he dicho adiós, me siento enmedio de una tremenda paradoja despidiéndome de alguien de quien sólo deseo que esté conmigo. Pero a veces hay que escoger el mal menor. Sin embargo, aún no adquiero consciencia de la dimensión de este paso. Si para creerme que estábamos juntos tuve que esperar a ese reencuentro bajo las luces navideñas, para creer que he dado este paso necesitaré que, fin de semana tras fin de semana, no cuente con la ilusión de hacer un plan con él. Para creerlo necesito ver mis sentimientos empaquetados en un cajón para que no vean la luz y se desborden como siempre.

Donde esté ahora, sabe que estoy recuperándome del vendaval, sin objetivos que me apremien, queriendo sentirme mejor. Que no le culpo, que he encontrado la paz interior que buscaba, que ya no hay rencor. Ojalá que tenga suerte, ojalá que NO encuentre calor en otros brazos, y ojalá que no me duela tanto no verle, como dice la canción.

domingo, 10 de mayo de 2009

Ir y venir


Por todas partes veo caras felices. Por todas partes leo "gracias, mi vida!" "eres maravillosa!" "qué guapo estás!". Veo sin parar caras alegres, corazones recompuestos que un día se vieron dañados, pero que tras un tiempo prudencial se han visto de nuevo restablecidos.

Para mi eso no es así. He sufrido varios daños en mi corazón, aunque jamás, ni de lejos, ni por asomo, nada parecido a la ruptura en microscópicos añicos que sufrí hace casi nueve meses. Y aún sigo igual de dolida, igual de enamorada e igual de dependiente de su recuerdo que el día en que sufrí el golpe mortal. A mi lado pasan compañeros de viaje, de penas, de sentimientos parecidos. Corazones también rotos, pero que se restauran y continúan viviendo tan felices. Los que estaban al mismo tiempo que yo, pasaron, abandonaron esta tenebrosa senda. Vinieron otros, que también dejaron el camino. Unos pasan, otros llegan, vienen y van. Pero la que permanece soy yo, que voy viendo como mis compañeros de viaje abandonan sin parar este estado melancólico, solitario y entristecido, porque de nuevo les dan luz a su vida, porque encuentran a quien les da una gotita de pegamento y un buen saco de amor para volver a sentir, a vivir con una sonrisa y a sentirse acompañado en esta vida que está diseñada para ser vivida en pareja.

Todos llegan, vienen y van. Pero yo permanezco aquí.

Gastar tiempo porque quiero recuperarlo


Me he despertado esta mañana y he pensado: cuánto tiempo sin leer esos blogs que yo frecuentaba antes... y cuánto tiempo sin escribir. Si yo tenía un blog. Bah, si nadie lo lee. Lo abro. Compruebo: ni un solo comentario nuevo, nada destacable. ¿De verdad tengo algo que decir? Mi vida no tiene nada de interesante como para que merezca contarla, y mi opinión sobre las cosas que veo... bueno, a quién le puede interesar mi opinión. Es bastante ególatra creer que si vomito lo que pienso a la red en abierto, y en diferido, algún desconocido pueda decir: "coño, qué interesante. Voy a gastar mi tiempo en leer esto. Y mañana probaré a enlazar de nuevo este blog, a ver si hay algo nuevo". Para qué engañarnos. No.

Así y todo, hubo un tiempo en que escribía a diario, bien es cierto que en aquella época yo era dueña y señora de mi tiempo, y me organizaba para sacar tiempo para todo. Pero de todos modos, creía que sí podía interesar a alguien, y de hecho a diario tenía comentarios en el blog. De Nita, blogger con la que me animé a comenzar esta esquina que ahora se ha tornado polvorienta y amargada, antaño variada y hasta graciosa. También comentarios de Versión, de Sometimes, de Maga, y de otros que de vez en cuando decían algo nuevo y le ponían algo de emoción cada vez que abría mi blog. Recuerdo aquella época, de las barritas de Mercadona para calmar el hambre sin engordar demasiado porque estaba de exámenes, y las entradas de esos meses me saben a fresa con chocolate blanco, a chocolate con leche y plátano... me sentía a veces culpable por pasar tanto tiempo al día escribiendo, pero lo compensaba quedándome más tarde, comiendo más rápido o levantándome más temprano. Al final podía hacerlo todo, y aprobé todas las asignaturas, y con muy buenas notas. Creo que el mejor año de la carrera.

Cuando empecé esta nueva etapa creí que la angustia por la falta de tiempo duraría lo que yo tardase en acoplarme a esa nueva situación, y que sin darme cuenta, iría creándome una rutina en la que cupiera todo lo que quisiera hacer. Pero como no soy de lo que le gusta tener su tiempo completo al 100%, sino que me gusta ir a mi ritmo, pasar ratos sin hacer nada, divagar y estar tranquila, con semejante horario eso es muy difícil, y aquí estoy, 8 meses después, igual que el primer día -aunque con la moral mucho más deteriorada- y pensando qué tal sería preparar oposiciones a TAC.

No sé si después de esta entrada retomaré la costumbre de escribir a menudo, prefiero no ponerme deberes en mi vida porque lo que hago ya no depende de mí. El control sobre lo que hago, sobre los avances de mi vida y sobre mis sentimientos lo tengo otorgado a agentes extraños y a diversas fuerzas del mal que me arrebataron pacíficamente los mandos de la nave y ahora que lo quiero recuperar no me lo devuelven si no es por la fuerza. En Derecho eso tiene un nombre... del que no me acuerdo, manda cojones, y que no me apetece buscar. Pero es delito, vamos. Ojalá pudiera denunciar y encarcelar a los guardianes de mi tiempo y de mis sentimientos para recuperarlos, aunque ya no sepa ni qué hacer con ambos cuando de nuevo los tenga en mi poder. Con mi tiempo seguro que algo se me ocurre. Con mis sentimientos, verdaderamente le he dado vueltas, pero no sé dónde guardarlos, ya que si no son correspondidos ya no sirven para nada. No los puedo tirar, y ocupan demasiado y me revientan el cuerpo si los acallo guardándolos dentro de mi corazón.